De la brevedad de la vida 1

 

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Si vives tu día  como si fuese el útimo

Algún día acertarás.¡Seguro!

 

Siguiendo con el tema del tiempo y repitiéndome un poco ya que es un tema recurrente, empezamos por un cuento:

“Un viajero caminaba hacia un poblado pero el camino pasaba por el cementerio del pueblo y el viajero se detuvo a visitarlo. Leyendo las lápidas observo: Fátima, 8 años y 10 meses; Ahmed, 6 años y 3 meses; Abraham, 7 años y 1 mes, y así todas. Al llegar al pueblo preguntó a un residente si tenían un cementerio sólo para niños y si enterraban a los mayores en otro lugar. El aldeano contestó: “!Oh¡, ¡no¡ Aquí cuando alguien muere en la lápida sólo se reflejan los años que realmente vivió esa persona, no el tiempo que su cuerpo estuvo en la tierra”.

Es una distinción importante la que hay entre estar vivo y vivir, entre vegetar o correr por la vida y realmente vivirla con conciencia y plenitud. No es lo mismo vivir mucho tiempo, que estar ahí mucho tiempo. No es lo mismo vivir que perdurar.

Paradójicamente, es muy frecuente que malgastemos el tiempo de forma inconciente sea sin hacer nada que nos enriquezca o nutra interiormente, o sea realizando actividades, muchas veces de forma frenética, que no nos conectan con la Vida, que nos ocupan la mente y nos hace esforzarnos en actividades que no aportan valor a nuestra vida, que no nos hacen “ricos” como personas. Pero en el momento de enfermar, estaríamos dispuestos a pagar cualquier precio para prolongar el tiempo de vida, un tiempo que hemos estado malgastando en actividades huecas que tal vez nos han permitido tener una gran casa, o disfrutar de noches de parranda y sexo, o alimentando nuestra vanidad… Todo eso al final tiene poco valor. El tiempo no es gratis.

Como decía Krishnamurti: “Ojalá que cuando te encuentre la muerte te encuentre bien vivo”. Somos avaros con nuestras posesiones pero, en cambio, somos derrochadores en lo único en que sería honroso ser tacaño: en el uso de nuestro tiempo. Muchos se preguntan si hay vida después de la muerte, como si eso fuese la pregunta más importante, pero es mucho más pertinente preguntarse si hay vida antes de la muerte, por lo menos en lo que a nosotros respecta.

Curiosamente el tiempo vacío nos produce ansiedad en forma de aburrimiento con lo que, es frecuente, huir hacia delante llenando el tiempo de actividades, las que sean, que nos permitan olvidarnos de nosotros mismos, de lo que es realmente importante… es como ocultar el vacío con una cortina que nos impide ver lo miserable que puede llegar a ser nuestra vida, nos entretenemos, ocupamos nuestra mente mientras que la vida va pasando. El pasado está ahí y no podemos modificarlo, entonces aceleramos al vida añorando el futuro que nunca llegará, viviendo el hastío del presente, pero sólo en el presente podemos realmente “vivir”.

snoopy-y-el-existencialismoOtra estrategia que utilizamos para no apurar, para no disfrutar de nuestra vida es el de posponerlo en el tiempo. Esperar a la jubilación, aplazar la vida hasta que nuestros hijos se hayan asentado, hasta que…  Como dice Snoopy: algún día hemos de morir, pero los otros días que no morimos ¿…?A montar en bicicleta se aprende montando en bicicleta, a vivir se aprende viviendo y se aprende “ahora”. Posponer la vida o vivirla de forma superficial, no nos enseña a vivir y si no sabemos vivir, tampoco sabremos morir, la muerte nos alcanzará irremediablemente, tal vez por sorpresa, tal vez nos avisará con tiempo creándonos angustia, pero ahí estará. La vejez se va acercando día a día: ¿Eres conciente?. Como decía Virgilio, cada día que llega es el primero que se escapa y el problema del “ahora” es que es cortísimo y cuando nos distraemos ya se nos ha escapado pero, además, de forma contínua, el momento presente está ahí y lo dejamos escapar inconcientemente pero, de nuevo, estamos ante otro momento presente el cual, si no hacemos algo al respecto, se nos volverá a escapar.

Tampoco hemos de dejar que esta circunstancia, que la constancia del “tempus fugit”, nos cree ansiedad. Solo nos llevaría a acelerar aún más el proceso buscando llenar el tiempo para evitar la angustia en vez de buscar la forma de disfrutar la vida, de vivirla de forma más rica. La clave para ello es la conciencia, sin conciencia estamos medio muertos en cambio, la conciencia, sea en un estado de desocupación, o sea en un estado de actividad más o menos frenética, nos permite dar un paso atrás en nuestro estado mental y aprender a ver nuestra vida tal como es realmente y así poder adaptarnos a lo que realmente consideramos nuestros valores profundos. Nada tiene que ver si estamos en actividad o en reposo, sólo la conciencia nos permite vivir con autenticidad. Como alguien decía: aventura puede ser atravesar el Amazonas en canoa, pero también puede ser quedarse un domingo por la tarde en casa, sólo y sin nada que hacer.

Como antídoto al desperdicio de la vida, Séneca recomendaba conversar con los sabios del pasado, discutir con Sócrates, serenarnos con Epicuro, superar la naturaleza humana con los estoicos… Como animales culturales, evidentemente han existido muchas mentes lúcidas que han reflejado su experiencia vital por escrito y que nos pueden ser de gran ayuda para aprender a vivir. Podemos referirnos a Montaigne, a Thoreau, a Emerson, a Krishnamurti, a Thich Nath Hanh y a muchísimos más. De sus experiencias y sus escritos podemos aprender, y mucho. Pero tampoco debemos caer en el extremo intelectualista y dejar de vivir nuestra vida para vivir la de otros. Como decía Zorba el Griego a su patrón:

Converted_file_4975e679“…¿Cuándo tendremos los ojos para ver? ¿cuándo se abrirán los brazos para abrazarlo todo: piedras, flores, lluvia, hombres? ¿qué dices tú patrón? Y tus libros ¿qué dicen?(…/…) una idea que se me ha ocurrido (…/…)sería hacer una pira con todos tus libros y prenderles fuego. Quizás después de eso, como no eres tonto y eres un buen tipo, podría sacarse algo de ti”.

Es el enfrentamiento del intelectualismo ante el vitalismo. Si las lecturas, el intelecto, no nos sirven para vivir mejor, más vale olvidarlas.

Algunos buscan en la lectura la vida, pero ahí no está. Las lecturas no pueden ayudar, pero también nos pueden perjudicar. Hay que seleccionar que leer, cómo leer y cuanto leer. La lectura repetida de un solo libro pequeño, bien seleccionado, nos puede ser más que suficiente para aprender a vivir. Ahí libros como El Bhagavad-Gita, el Dhammapada, el Llibre d’amic e amat, el Tao Te Ching, Walden o similares pueden ser un compañero para la vida, pero cada uno hemos de escoger lo que más se adapta a nuestra personalidad y mejor nos ayude a vivir una vida plena. Si un libro, una película, una actividad incluso una persona… no nos enriquece o nos aleja de nuestros valores, más vale dejarlo correr y utilizar nuestro tiempo en lo que realmente nos satisface plenamente. La erudición por la erudición en si misma no tiene demasiado sentido cuando se trata de vivir con plenitud. Podemos pasar años estudiando textos sin apercibirnos de la vida que pasa. Sin embargo si para nosotros la vida es disfrutar de esa erudición pues ya va bien a cada uno pero conviene recordar que nos perdemos la puesta de sol, la sonrisa de un niño, la alegría de la naturaleza… La sabiduría no es acumulación de conocimientos, es transcenderlos para poder ver la realidad de una forma más rica, es aprender a cambiar nuestros patrones mentales y poder ver la realidad de forma más limpia.

Por tanto, en la gestión del tiempo vital nos movemos entre dos extremos. Por un lado. el de que deja pasar la vida en la indolencia, descansando pese a no estar cansado, dejando pasar el tiempo de forma aburrida y rutinaria. Por el otro, el que llena su vida de ocupaciones pero que le impiden apercibirse de la vida, la ocultan en un magma de actividad frenética posponiendo la vida a “cuando tenga tiempo”. Una vida sin progreso espiritual, sin avanzar hacia la excelencia humana, es una vida que se nos escapa de las manos, una vida que cuando llega a su fin, produce una sensación de pérdida irremediable, de haber derrochado el tiempo en banalidades sin haber realmente vivido.

frase-la-vida-humana-eterna-seria-insoportable-cobra-valor-precisamente-porque-su-brevedad-la-aprieta-jose-ortega-y-gasset-138918Tampoco la «vida eterna» sería una solución, sería insoportable. Precisamente por su caducidad se nos hace interesante y urgente vivirla. Si no fueramos a morir jamás, ¿Cómo nos planteraríamos el día a día? ¿que haríamos con nuestra vida cuando, por ejemplo, hubiesemos cumplido 300 años? Hablando de libros, ese sabio contemporáneo llamado José Luis Sampedro libro-la-vieja-sirena-6001escribió la novela La vieja sirena, en la cual, a sirena, viendo a los humanos retozar en la playa, hacer el amor, disfrutar de la vida… se da cuenta de lo huera que puede ser la «vida eterna» y por ello renuncia y se convierte en mortal, para poder disfrutar de lo que representa realmente Vivir. La descripción que hace Sampedro del paso a esa decisión tan «inexplicable» -de ser inmortal a abrazar la certeza de la muerte con el fin de disfrutar de la Vida- nos de temática para reflexionar sobre el tiempo, la muerte y lo que realmente vale la pena de ese pequeño instante dentro de la eternidad, que se nos ha dado el privilegio vivir.

Séneca escribió una obra titulada precisamente La brevedad de la Vida. Pero esa, será otra historia.

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